Alimentarse es una necesidad básica indiscutible.
Y solo cuando esta necesidad está cubierta, es posible lograr un mayor desarrollo.
El psicólogo Abraham Maslow explica que un individuo no puede desarrollar los niveles superiores de sus necesidades (de tipo social, de estima o de autorrealización) mientras no tenga garantizadas sus necesidades básicas de tipo fisiológico, y relacionadas con la supervivencia.
Esto quiere decir que solo aquellas personas que tienen asegurado el alimento y el bienestar básico, pueden dedicarse a desarrollar actividades más complejas y enriquecedoras para el bien común.
Esa es la razón de que muchos imperios y civilizaciones a lo largo de la historia terminaran colapsando, debido a la incapacidad de obtener alimento suficiente para toda la población. Civilizaciones, por ejemplo, como la egipcia, la maya, la jemer en Camboya o la de Tiahuanaco en Bolivia sucumbieron por culpa del hambre causada por una sucesión de malas cosechas.
Desde la agroquímica hemos diseñado soluciones destinadas a aumentar la productividad de las cosechas. Gracias, sobre todo, a que ahora somos capaces de comprender procesos que antes de la Ilustración no se conocían como la polinización, el crecimiento de la semilla, las necesidades de las plantas, o cuáles son los nutrientes más efectivos.
Sigue leyendo si quieres saber cómo ha sido todo este devenir histórico de la química aplicada a la agricultura.
El orígen de la agricultura y su relación con el avance de la sociedad
Solo las personas que lo desconocen todo sobre el campo —y que además piensan que la fruta o la verdura llega por arte de magia hasta las repisas de los supermercados— consideran que la agricultura no necesita del apoyo de los agroquímicos para garantizar una producción eficiente y un abastecimiento óptimo.
Este tema lo vamos a entender mejor si nos remontamos a los albores de la agricultura.
Hace aproximadamente 12.000 años, en el Creciente Fértil de Oriente Medio, nuestros antecesores dejaron de ser nómadas y decidieron asentarse allí, estableciendo las bases para el desarrollo de las primeras civilizaciones.
Pudieron hacerlo porque aquellos primeros agricultores empezaron a cultivar trigo. Y el trigo proporcionaba un importante número de proteínas con las que nutrirse adecuadamente, lo cual hacía innecesario moverse de un lugar a otro en busca de caza.
A partir de ese momento, el cultivo del trigo generó asentamientos permanentes que con el paso del tiempo se transformaron en grandes civilizaciones.
Pero el impacto provocado por el cultivo del trigo —y de otras muchas variedades— enseguida se vio parcialmente truncado por la aparición de las plagas.
La importancia histórica de los agroquímicos
Para mejorar las producciones agrícolas, a lo largo de la historia se han usado productos químicos tanto para combatir a las plagas como para aportar mayores nutrientes que mejoren las cosechas.
El uso de la química para acabar con las plagas
En todos los lugares del mundo, y en distintas épocas históricas, se han empleado con mejor o peor fortuna sustancias “plaguicidas”:
- En Baja Mesopotamia: se sabe que los sumerios utilizaban azufre para controlar los insectos y ácaros que destruían sus cosechas hace 4.500 años.
- En China: en esa misma época, los chinos empleaban mercurio en sus cultivos. También experimentaron con ceniza, así como con humo producido por la quema de paja, cangrejos muertos, cuernos de animales o excrementos. Lo hacían de ese modo porque pensaban que la pestilencia alejaría a las plagas de sus cultivos.
- En la Antigua Roma: en el siglo I, Plinio el Viejo escribía en sus tratados que el uso de arsénico era bueno para exterminar las plagas. Y en esa misma época se fabricó el primer insecticida hecho a base de flores trituradas de piretro.
A lo largo de la historia se han usado otros venenos, y diferentes métodos alternativos como la sal, el agua de mar, o directamente arrancar a mano la maleza que aparece en los campos.
Incluso en el siglo XX —en el período anterior a la Segunda Guerra Mundial— se han empleado en las explotaciones agrícolas sustancias como el ácido sulfúrico, el clorato de sodio, el gas, el naftaleno o la creosota.
Los fertilizantes en la historia
La aportación de nutrientes ha sido otra de las necesidades constantes desde que el hombre empezó a labrar la tierra.
De hecho, solo se puede garantizar la alimentación de toda la población utilizando fertilizantes, que deben encargarse de aportar los nutrientes que necesita el suelo para que este no se agote.
En concreto, fue en el siglo XIX cuando el agotamiento de los suelos europeos provocó una serie de importantes hambrunas. Los científicos reaccionaron y empezaron a investigar el uso de agroquímicos con el objetivo de aumentar las producciones agrícolas.
Con la población diezmada por el hambre, en un entorno en el que una gran parte de la población europea se vio obligada a emigrar para huir de la tragedia, el químico Justus Von Liebig descubrió que había tres compuestos fundamentales que tenían en una importancia decisiva en el desarrollo de las plantas:
- Nitrógeno (N).
- Fósforo (P).
- Potasio (K).
A día de hoy, estos tres elementos químicos siguen siendo la base de los fertilizantes químicos modernos, conocidos por la fórmula NPK.
Von Liebig descubrió que, además de agua y de dióxido de carbono absorbido del aire, las plantas necesitan esos tres componentes químicos para crecer fuertes y ofrecer más rendimiento.
Con esa idea en mente, fabricó el primer abono artificial, que no tuvo mucho éxito, ya que carecía de elementos nitrogenados.
El problema era que en aquella época todavía era imposible fijar el nitrógeno mediante un proceso industrial. Hubo que esperar hasta finales de siglo para descubrir un proceso de obtención de ácido nítrico a través de la reacción del oxígeno y el nitrógeno mediante electricidad. Con el inconveniente de que el proceso era muy caro ante la enorme necesidad de energía.
El proceso se simplificó bastante años después, gracias a los científicos Fritz Haber y Carl Bosch. Su propuesta se basaba en fijar el nitrógeno en forma de amoniaco. De hecho, ese es el sistema que seguimos utilizando hoy en día.
En la actualidad, gracias a los avances de la investigación en nutrición vegetal, sabemos que los cultivos necesitan una serie de compuestos divididos en macronutrientes (N, P,K, S, Ca y Mg) y Micronutrientes (Fe, Cu, Zn, Mn, Mo, B…) según la cantidad necesaria por los mismos.
Además de esos elementos químicos, las plantas también necesitan bioestimulantes y elementos auxiliares para hacer frente a situaciones de estrés que no se solucionan con nutrientes tradicionales.
En Grup Barcelonesa nos hemos especializado en la búsqueda de productos de calidad que contengan todos estos elementos que necesitan las plantas, de manera que puedan ser fácilmente absorbidos por ellas, y de ese modo maximizar su eficacia.
La contribución de Grup Barcelonesa para una mayor productividad agrícola
Es obvio que el uso de herramientas de origen químico que acaben con las plagas y mejoren la productividad de las cosechas ha sido históricamente necesario. Y lo sigue siendo hoy en día.
Solo mediante el uso de la química podemos garantizar las necesidades nutricionales básicas de la población, asegurando además una mayor productividad agrícola (que no se verá truncada por culpa de una plaga descontrolada).
Esto es algo asumido en Occidente, pero que sigue siendo un problema en las zonas más desfavorecidas del planeta. Tan solo hace falta consultar las estadísticas de la FAO, que estiman que entre el 20% y el 40% de todos los cultivos de alimentos del mundo se pierden por culpa de las plagas y las enfermedades.
Como muestra de esta realidad, en el año 2016 Uganda sufrió pérdidas del 40% de la producción agrícola de ese año por no tener suficiente acceso a agroquímicos con los que combatir las plagas.
Por esa razón, empresas proveedoras del sector agroquímico están investigando desde los años 80 el uso de sustancias que sean más selectivas, y que ataquen a las plagas específicas sin causar daños en los seres humanos. De esa forma, estamos garantizando la máxima seguridad de los alimentos agrícolas producidos.
De cualquier forma, en Grup Barcelonesa comercializamos sustancias destinadas a la fabricación de pesticidas —especialmente algunas materias primas utilizadas para la fabricación de pesticidas básicos—; pero sobre todo hacemos grandes esfuerzos para innovar en el campo de los fertilizantes y el aporte de nutrientes, en donde la química tiene mucho que decir.
Si eres fabricante de productos agroquímicos, en Grup Barcelonesa vas a encontrar todos los elementos que te hacen falta para producir sustancias más efectivas, más seguras e inocuas para el ser humano.
El grueso de nuestra producción está orientado hacia la fabricación de fertilizantes y abonos, mediante materias primas agroquímicas, que son la base para la posterior elaboración de abonos y correctores de carencias.
Además, también asesoramos y ayudamos a nuestros clientes a cumplir con los requisitos de certificación de productos que sean considerados como fertilizantes ecológicos. Para facilitar las cosas, nos encargamos de aportar la documentación necesaria y de asesorar en todos los trámites requeridos.
Si te interesa ampliar algo de información sobre este tema, puedes contactar con nuestro departamento comercial a través de este formulario.