¿Sabías que España estuvo a punto de ser invadida por Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial?
Al contrario de lo que mucha gente cree, España tuvo una importancia decisiva a nivel estratégico durante la contienda mundial.
No solo por su ubicación al sur de Europa, franqueando la entrada al Mar Mediterráneo, sino también por sus minas de wolframio, un elemento químico crucial para la industria bélica.
Y esa circunstancia provocó que Galicia —rica en ese mineral— se llenase de espías de ambos bandos que pretendían apoderarse de la mayor cantidad posible de material.
En este artículo te vamos a explicar en qué consistió la denominada “crisis del wolframio”, que a punto estuvo de meter de lleno a España en la Segunda Guerra Mundial.
¿Para qué sirve el wolframio?
El wolframio o tungsteno es un metal muy escaso, que se ubica en el grupo 6 de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos.
Su número atómico es 74; y su símbolo, W.
Aunque es escaso, se puede encontrar con la forma de óxidos o sales en determinados minerales.
Es de un color gris metálico y destaca por su gran dureza y densidad.
Como su punto de ebullición es el más elevado de entre todos los elementos químicos —5.930º C—, se considera ideal para fabricar los filamentos de las bombillas, ya que soporta bien la incandescencia.
También se usa mucho hoy en día para la fabricación de resistencias para hornos eléctricos con atmósfera reductora.
Otra aplicación habitual del wolframio sería para fabricar los ánodos de los tubos de rayos X y los de televisión, así como las fresas de corte que utilizan los dentistas (en aleación de wolframio y carbono).
De hecho, el carburo de wolframio es una aleación muy popular, que se usa tanto en instrumentos de corte a elevada velocidad como en escudos anti-radiación, debido a su gran poder de resistencia a las emisiones de partículas, incluso de tipo gamma.
Los tubos fluorescentes también emplean las aleaciones de wolframio con otros materiales como el calcio y el magnesio.
Pero, sin ninguna duda, su gran dureza y densidad han hecho que sea un elemento químico estratégico para fabricar aceros más resistentes como los que utilizan los carros de combate blindados.
Los nazis y el wolframio
Durante los años treinta del siglo pasado, antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, las grandes potencias hicieron acopio de wolframio, como materia prima básica para fabricar no solo vehículos acorazados, sino también proyectiles anti-tanque y granadas explosivas (ya que el wolframio es tan duro que es capaz de penetrar en el blindaje).
El problema es que en Alemania no hay minas de wolframio, con lo que la industria bélica nazi tuvo que recurrir a países que sí que disponían de este mineral, como China, India o Birmania.
En cambio, Estados Unidos contaba con minas de este mineral en su propio territorio. Y, además, podía importarlo con facilidad de países como Bolivia, Argentina o Perú.
La necesidad de wolframio se hizo aún más imperiosa cuando Alemania entró en guerra con el Reino Unido, que bloqueó el comercio de este mineral procedente de India y Birmania.
Posteriormente, cuando la Unión Soviética entró en la guerra, los nazis dejaron de recibir el wolframio extraído en China, puesto que el mineral no podía transportarse en el ferrocarril Transiberiano hasta Alemania.
Por ese motivo, Adolf Hitler puso sus ojos en las minas españolas.
El wolframio español
Durante la Guerra Civil Española, la ayuda prestada por Hitler a Franco fue crucial para el triunfo de este último.
Pero aquella colaboración bélica no fue gratis.
Como contrapartida, los nazis le pidieron a Franco que les permitiese acceder a las minas de wolframio que había en Galicia.
El general Franco —que a pesar de su declaración de neutralidad no ocultaba sus simpatías hacia la Alemania nazi— aceptó el trato que traería a Galicia puestos de trabajo y riqueza.
De hecho, las compras masivas del mineral hicieron que el precio de este se multiplicase exponencialmente, ya que los alemanes dependían en exclusiva del wolframio gallego para poder seguir fabricando carros de combate y proyectiles anti-tanque.
Minas como las de Carballo o Monte Neme comenzaron entonces a ser explotadas a pleno rendimiento.
De hecho, la demanda era tan elevada que otras cuencas mineras en Cáceres y el Bierzo se llenaron asimismo de misteriosos “empresarios” alemanes en busca del preciado metal.
Y los pagos que hacía Hitler se recibían puntualmente en el Banco de España en forma de lingotes con la esvástica grabada en cada uno de ellos.
La química y el espionaje
Los aliados tenían claro que el wolframio que sostenía la industria bélica nazi procedía casi en exclusiva de España.
Por ese motivo, Galicia se llenó de espías.
Por una parte, muchos alemanes se desplazaron hasta allí para facilitar la extracción y el transporte, con los submarinos nazis entrando por las rías gallegas con total normalidad. Incluso llegaron a construir el muelle de Valarés, en Ponteceso, para hacer con más comodidad la carga del wolframio (que décadas después sería reutilizado por los contrabandistas de tabaco).
Mientras que por el otro lado, espías británicos y americanos trataban de impedir por cualquier medio que estas operaciones se llevasen a cabo.
La situación se puso mucho más tensa a finales de 1943, cuando los aliados comenzaron a preparar el desembarco de Normandía.
Uno de los elementos vitales para el éxito de la operación pasaba por debilitar la poderosa industria bélica alemana.
Eso provocó un aumento de la presión aliada sobre el gobierno de Franco (teóricamente neutral).
Pero fue el bloqueo a las ventas de petróleo con destino a España, lo que de verdad hizo que Franco disminuyese sus ventas de wolframio a Alemania.
De hecho, fue la incapacidad de garantizar el suministro energético —junto con las amenazas de invasión por parte de británicos y americanos— lo que provocó el cambio de opinión de Franco, que redujo drásticamente las ventas de wolframio a Alemania.
Los posteriores avances militares de los aliados, junto con la cada vez menor cantidad de wolframio disponible, fueron definitivos para la derrota final del nazismo.
Este 2020 se cumplirán 75 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero la importancia del wolframio a nivel estratégico no ha variado ni un ápice.
Incluso hoy en día, grandes potencias como Estados Unidos mantienen reservas estratégicas de este elemento químico, suficientes para garantizar seis meses de abastecimiento.